Asociación para el Diálogo 

Estado de la democracia, el papel de los partidos políticos

          Para ciertos sectores de las sociedades desarrolladas, con sistemas democráticos consolidados desde hace tiempo, empiezan a aparecer preocupaciones e interrogantes sobre el funcionamiento del actual sistema democrático, y dentro del mismo el papel de instituciones como los partidos políticos, para garantizar el nivel de vida, los valores culturales, los avances sociales y económicos, que toda sociedad moderna que se precie pretende desarrollar en todo momento.

          El avance de las tecnologías, el poder de los medios informativos, la globalización de las finanzas y del comercio en general, limitan o supeditan cotidianamente el funcionamiento de las representaciones políticas y sociales que el Estado Democrático se fue dotando desde su nacimiento.

          Las grandes directrices ideológicas que dirigieron durante bastantes años la acción de los gobiernos democráticos, están cada vez más mediatizadas por poderes externos al Estado. Las importantes participaciones electorales, y asociativas que se dieron durante mucho tiempo en muchas naciones están comenzando a menguar de forma alarmante y de momento no se ven síntomas de que vayan a remitir. Sólo las minorías que rigen los partidos políticos y administran sus aparatos, viven con ilusión la acción política democrática. Amplios sectores de la sociedad asisten con escaso interés, a lo que se representa en las instituciones. Por ello la representatividad de los ciudadanos en las mismas deja bastante que desear y corre serio peligro el concepto central en que se sustenta el sistema político que llamamos Democracia.

          Habría que considerar por lo tanto que los partidos políticos tienen ante sí la responsabilidad de iniciar un proceso de reflexión ante la ciudadanía, que pongan en marcha los mecanismos de participación ciudadana, no sólo en el terreno electoral, que no para de menguar lentamente, sino en otros terrenos, donde cada vez se echa más en falta la participación y la toma de decisiones de los ciudadanos.

          No hay que olvidar en que contexto se iniciaron la actividad de los partidos políticos en el siglo XIX: En esa época, con la mayoría de la población en situación de analfabetismo, los partidos, sus sedes, sirvieron de focos ilusionantes y educativos para transformar las injustas estructuras socioeconómicas que regían en la mayoría de los países.

          Inventaron la politización, la conciencia de pertenecer a una u otra clase, el sufragio universal, la manera de defender los intereses económicos y sociales de las mayorías, la participación y la dirección en la forma de llevar los asuntos de Estado, arrinconando para siempre las estructuras feudales con las que se rigió éste durante muchos siglos. Propiciaron la fundación de sindicatos de trabajadores, de organizaciones empresariales, fomentaron la Enseñanza Pública y el desarrollo de la Ciencia y de la Tecnología, en definitiva se hicieron fuertes a la par que se iba forjando el sistema democrático.

          El análisis del papel de los partidos políticos en nuestras desarrolladas sociedades nos da la visión de que poseen potentes máquinas electorales, son fuertes financieramente, aunque endeudados más de la cuenta, debido sobre todo a la escasa afiliación. Con protagonismo ostensible en los medios de comunicación y en las consultas electorales, pero alejados de la ciudadanía en su vida cotidiana, llevan entre consulta y consulta la responsabilidad institucional de resolver los problemas de la sociedad.

          Teniendo en cuenta la exposición anterior, que es de suponer que algunos no compartan y con la voluntad de propiciar el debate entre los presentes en un tema que a sectores de ciudadanos preocupa, es obligado plantear varias interrogantes sobre este asunto.

          ¿Están los partidos políticos realmente inmersos en una crisis de identidad, en una falta de adaptación a la cambiante situación cultural o tecnológica, o realmente los partidos han tocado techo y podrían ser sustituidos por otras estructuras de representación ciudadana?

         Se podrían hacer muchas más preguntas, pero estoy seguro que están van a salir en el debate y puede que no tengamos muchas soluciones para estos interrogantes.

          Personalmente creo que los partidos políticos todavía pueden transformarse para mejorar las expectativas que los ciudadanos tienen en ellos. Pero éstas no se pueden quedar solamente en los procesos electorales. La natural vocación política y reivindicativa de amplios sectores de la sociedad, la tendencia a compartir ideas, iniciativas hacia el bien común, desde la perspectiva de la clase a la que se pertenece, es la energía que debe revitalizar la actividad partidista en la sociedad.

          A pesar de que todavía tengo confianza en la capacidad de los partidos para mejorar, regenerarse y ganar el entusiasmo de amplios sectores de la sociedad en el día a día de la actividad política, creo que de momento no aparecen síntomas de una gran preocupación en su seno por mejorar la participación mayoritaria de los ciudadanos en los procesos electorales, la escasa afiliación o un cierto desprestigio público que se resumiría en la frase "todos son iguales" o en "sólo van a lo suyo".

         Aunque el espejo donde principalmente nos miramos cuando tocamos este tema es en el caso de España, da la impresión que en el resto de los países desarrollados de nuestro entorno, con mayor o menor variedad, se producen los mismos síntomas.

          Cuando asistimos a través de los medios informativos al desarrollo de los congresos de los partidos políticos no observamos la necesaria preocupación o el debate sobre la escasez de afiliados, la progresiva bajada de participación electoral o cómo ilusionar a colectivos importantes de la sociedad, entre ellos el de los jóvenes.

          Lo que más destaca de los actos congresuales para los ciudadanos que están pendientes de ellos, son por lo general las luchas internas por conseguir los cargos de las direcciones, la presencia en las candidaturas, o declaraciones cargadas de solemnidad sobre los objetivos políticos, que no generan tampoco mucho entusiasmo. Muy pocas veces un congreso de partido debate con intensidad asuntos que realmente mantengan el interés por lo menos de sus electores.

          ¿Qué influencia pueden tener, para el tema que estamos tratando, el bienestar social, el progresivo aumento del nivel de vida, el consumismo o la revolución informática?

          ¿Se puede afirmar con fundamento que el masivo bienestar de las sociedades desarrolladas generan irremediablemente el desinterés hacia la cosa pública, como vienen afirmando algunos ideólogos hace ya tiempo?

          Podríamos examinar algunos casos, como el de EE.UU. con bajos niveles de participación electoral, anquilosados métodos de control de los recuentos de votos y que han provocado alarma social en sus ciudadanos con motivo de las últimas elecciones presidenciales.

          Existen otros casos como el de Italia, que en los años 90 del pasado siglo los dos grandes
partidos más votados en cincuenta años de democracia se disolvieron o se refundieron para hacer frente al deterioro político a que se había llegado.

          En mi opinión el bienestar de amplias capas de la población, puede generar desinterés por la política y los políticos en general, pero también lo han hecho los casos de corrupción que se han dado en varios países europeos, no sólo en los partidos que gobiernan, sino también en los de la oposición.

          Otro aspecto a tener en cuenta, si aceptamos la existencia de la crisis de los partidos políticos, es su progresivo abandono de planteamientos fuertemente ideológicos y el avance del pragmatismo como eje de los programas electorales y de la actuación en las tareas de gobernar. Lo que se ha dado en llamar "centrismo" es decir, abandono de la ortodoxia ideológica de los grandes partidos de la derecha y de la izquierda para arrebatar al contrario los votos de las capas medias en las sociedades avanzadas. Como consecuencia lo que mejor se "vende" en una campaña electoral o en la forma de gobernar es el talante, más que la representatividad social que deben ejercer de sus afiliados y votantes y de la defensa de los intereses que éstos, teoricamente les han confiado.

         Como consecuencia de estas prácticas, las confrontaciones ideológicas partidistas, la razón de ser que marcaron el nacimiento y el desarrollo de los partidos políticos en la sociedades democráticas han quedado por lo general aparcadas en la práctica política.

          A mi entender los grandes partidos y también algunos de los pequeños han quedado atrapados en esta distorsión que se ha producido y que hace que la mayoría de los programas electorales se parezcan tanto. Incluso los más radicales en sus señas de identidad, sean de derecha o de izquierda adoptan esta postura ante el temor de perder el apoyo de los votantes.

          Habría que preguntarse que influencia puede tener lo anteriormente expuesto con el auge de partidos nacionalistas o de extrema derecha en algunos países europeos, la proyección nacionalista en algunos partidos de la izquierda, o la aparición de formaciones ecologistas en los procesos electorales, sin olvidar el fenómeno asociativo y participativo de las O.N.G.

          Retomando una afirmación que se hacía al principio de esta intervención, referida a la mundialización de la economía en los últimos años, tendríamos que decir que su repercusión en los partidos gobernantes y en los que esperan gobernar ha sido decisiva. La aplicación de medidas económicas y sociales que es la parte más importante de la acción de cualquier gobierno, se ha visto mediatizada por el flujo internacional del capital financiero, y por que resulta cada vez más complejo tomar iniciativas de políticas económicas de Estado sin tener en cuenta el marco económico mundial.

          En definitiva deben ser los electores los que marquen el ser y el estar de los partidos políticos en las sociedades desarrolladas. Se valora ante todo la forma de gestionar, el mantener el nivel de vida de amplias mayorías sociales en una coyuntura económica internacional favorable. Los partidos que mantienen estas pautas de comportamientos, sin sobresaltos, pueden volver a ganar las elecciones. Por muchas promesas que haga la oposición, éstas no son escuchadas por la mayoría del cuerpo electoral. Si el partido gobernante ha tenido escándalos de corrupción o luchas internas de cierta envergadura se estarán creando condiciones para no ganar en las próximas elecciones.

          La consecuencia del abandono de los fundamentos ideológicos, del papel de dirección de la sociedad que eran innatos a su fundación, ha traído como consecuencia, a mi entender, el abandono por los partidos de la búsqueda de nuevas formas de democracia interna, de promoción de líderes, renovación de los dirigentes o de participación afiliativa ciudadana en sus estructuras.
Por último, en el modesto capítulo de opiniones que se puede presentar para mejorar el sistema democrático y sobre todo el de una de sus instituciones más representativa que son los partidos políticos, señalaría lo siguiente:

          Creo que deben ser los propios partidos los que deben apreciar por sí mismos los problemas que estamos exponiendo. Para ello una parte de la ciudadanía, de manera individual o colectiva, deben hacerles llegar sus opiniones, aportando soluciones en debates abiertos que queden reflejados en los medios de difusión o que les hagan llegar sus conclusiones para ser debatidas con sus propios dirigentes.

          Sindicatos de trabajadores, colectivos universitarios, organizaciones empresariales, etc., pueden y deben también proponer soluciones. El objetivo de la mayoría de la sociedad, de su parte más culta y consciente es hacer posible a medio plazo unas instituciones democráticas, fuertes y representativas de la mayoría, que haga posible su participación en los asuntos de la cosa pública, y el aumento de la politización en amplios sectores de la ciudadanía.

Sevilla, 10 de Marzo de 2004-

Francisco Acosta Orge

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