La comunicación personal es la que crea y mantiene los vínculos afectivos entre las personas, esenciales para su maduración, pues mediante ella mantenemos relaciones de apego. Es una comunicación fuertemente cargada de sentimientos, vale decir que “nos afecta en lo personal”. En ella está presente la palabra, pero también, y de modo igualmente decisivo, el gesto (el tono en que se habla es de alguna manera parte de la gesticulación humana) y el tacto. Para que la humanidad que se desarrolla en comunidad, es preciso alguna forma de vínculo interpersonal yo-tu. La comunicación personal, y las relaciones personales a que da lugar, solo pueden florecer en el contacto integral cara a cara, en la presencia plena de yo y tú.
Nuestra argumentación parte de un supuesto fundamental: el establecimiento de los vínculos personales a través de la comunicación es la necesidad primera del ser humano, la necesidad existencial por excelencia, como la llama Erich Fromm. El resto de necesidades humanas se supeditan a esta. Esto supone una premisa de partida radicalmente diferente a la convencional, que considera que las necesidades materiales son las fundamentales y condicionan a las demás, en lo que coinciden las teorías de Adam Smith y de Karl Marx, cada una de ellas a su manera.
La comunicación impersonal es una comunicación simbólica, aspecto que comparte con la comunicación personal. Pero, a diferencia de aquella, es instrumental, bien sea burocrática, militar o mercantil. Está desprovista de la dimensión afectiva, porque los agentes de la misma, emisor y receptor, no se relacionan en su integridad personal, sino en función de los roles o funciones sociales que desempeñen. En el plano afectivo y en el de la dignidad personal, el efecto de esta comunicación impersonal puede ser neutro o, en distinto grado, puede conllevar la anulación, alienación, postergación o incluso violación de la integridad personal del emisor, del receptor o de ambos.
Los efectos de las nuevas tecnologías sobre la comunicación personal y la impersonal
La comunicación personal no necesita de ninguna tecnología, por lo que no ha ampliado sus posibilidades con el desarrollo de estas. Puede decirse así mismo que tal desarrollo no está siendo promovido para ampliar las posibilidades de la comunicación personal, sino las de la impersonal, por efecto de intereses burocráticos, militares o mercantiles. Esto no es óbice para reconocer que algunos adminículos ayudan a superar taras orgánicas para la comunicación (gafas, audífonos, etc.). En cambio, sí han hecho posible un desarrollo de escala burocrático, militar y mercantil.
Respecto al juego y el entretenimiento, las nuevas tecnologías no debilitan directamente las relaciones personales. Es la ausencia creciente de lugares y oportunidades para el encuentro personal lo que explica el éxito de estas redes en su aspecto lúdico y de esparcimiento. Por tanto, la aparición de adicciones en el uso de estos aparatos y de los servicios que proporcionan no es por lo general un efecto directo de ellos. Respecto a la formación y la educación, están suponiendo un aumento exponencial de la cantidad de información accesible a todos a través de la red. Pero información no es ciencia: la información disponible son datos brutos; nos dice lo que hay. Pero no lo que se puede hacer, que es lo que nos proporciona el dominio de las metodologías científicas. Pero hay un tercer nivel, pues si la ciencia nos dice qué podemos hacer, solo la sabiduría nos dice qué merece ser hecho. En este tercer nivel de la sabiduría, las nuevas tecnologías aportan más bien poco; no suponen una ampliación neta de las posibilidades de profundizar en sabiduría.
Respecto a las posibilidades democráticas, las redes de comunicación virtual no suponen, per se, un aumento de la autonomía y capacidad política de la sociedad civil. Porque estos nuevos medios no pueden producir dos fenómenos políticos fundamentales de nuestras sociedades, la actualidad y la mayoría, productos de las corporaciones mediáticas y publicitarias.
En el aspecto de su sofisticación y el atractivo que suscitan, es un rasgo común de amplias capas de la ciudadanía la atención desmedida a los detalles de los aparatos que produce la industria, a sus sutiles variaciones formales, en prestaciones, a su sofisticación. Fijación en los más mínimos detalles, estimando desproporcionadamente las menores diferencias y haciendo de ello algo trascendente. Incluso en no pocos casos, más interés por las cosas que por las personas, rasgo del carácter que se aproxima a la perversión necrófila.
En general, demasiadas personas se desentienden de los graves efectos para el medio ambiente que causa la intensa y acelerada fabricación de infraestructura comunicativa. Esta desatención, tan extendida, revela embotamiento de la sensibilidad para lo fundamental: las relaciones plenas con nuestros iguales y la apertura a toda expresión vital. Revertir la fijación preferente en las cosas y favorecer el aprecio de lo genuinamente personal exigiría una revisión profunda del sistema de valores economicista, o materialista, sobre el que se funda nuestra sociedad.
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El debate se centró de matizaciones sobre la exposición del ponente. Se trató de la posible aplicación de lo nuevas tecnologías para un mayor acercamiento del ciudadano a la cosa pública, y los problemas que plantea en relación con la democracia representativa.
Se trató también el distanciamiento que puede provocar el manejo de las técnicas nuevas entre las distintas generaciones, originando incomunicación y deshumanización. Con la consecuencia de la pérdida que supone prescindir la sabiduría “vital” o “social” de la experiencia.
En el siguiente enlace podrá leer más sobre la charla de Félix Talego en Noviembre de 2017